Empujó la pesada puerta de cristales, asomó su cabeza y de inmediato fue absorbida por el silencio que lo inundaba todo. Resultaba extraño que todo tuviera tanta calma.
Sentada en aquella fría sala, tan aséptica...sus pensamientos desprendían calor. Su cabeza rebosaba imágenes de él; recuerdos que brotaban en forma de sonrisa. La soledad de aquel lugar la había invitado a cerrar los ojos para así atrapar mejor los momentos vividos. Y en pleno éxtasis de nostalgia su olor colmó aquel lugar.
Era él, tenía que ser él. Se había sentado a su lado. Los párpados se abrieron despacio, como temiendo que si los abría de golpe él se asustase y pudiera huir.
Giró su cabeza.
Allí estaba aquella mujer llevando su perfume y profanando su olor.